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¿Por qué Questionar?

Hacemos ejercicio para estar en forma, saludables. Mejorar nuestra performance en el caso de alguna actividad deportiva. Tener buen estado físico incluso puede ayudar si eventualmente surge la necesidad de correr, actuar rápidamente o realizar algún esfuerzo físico. Puede costar horrores comenzar a entrenar, pero luego nos hace sentir realmente bien.

De igual forma sucede con nuestro cerebro, con nuestra actividad mental. El ejercicio mental. El mundo ofrece cada vez mayores herramientas y comodidades y, de manera gradual nos vamos desacostumbrando a desafiar al cerebro, a resolver nuevos problemas y responder nuevas preguntas. Por otro lado, como contracara, la inactividad mental justamente equivale a dar todo por sentado. Asumir todo como verdadero y, además no tener ni una pizca de curiosidad.

Es aquí donde la pregunta (o hacer preguntas) resulta esencial para el ejercicio de una mente saludable. Cuestionar es poner en duda lo afirmado por alguien; y para eso usamos razonamientos, pruebas, fundamentos, nuevas preguntas e hipotéticos escenarios, entre otras cosas. El vocablo cuestionar está compuesto por quaerere, del latín, buscar la verdad. Pero ¿qué verdad buscaríamos si todo es asumido como válido y verdadero?

En la era de la información al alcance de unos clics, millones de personas tienen la posibilidad de ir en búsqueda del porqué del porqué así hasta donde deseen. Esto sirve para una multiplicidad de asuntos, pero es especialmente útil en este mundo complejo y vertiginoso en el que vivimos. Comprender la diversidad intelectual existente nos permite adquirir una mayor comprensión de los asuntos humanos.

Ludwig von Mises exhortaba a sus alumnos: “Lean todo lo que sus profesores les indican leer. Pero no lean solo eso. Lean más. Lean todo acerca de un tema, desde todos los puntos de vista (…) Lean con mente abierta. Aprendan a pensar. Solo cuando conozcan su campo desde todos los ángulos podrán decidir que es correcto y que es falso. Solo entonces estarán preparados a responder a todas las preguntas, inclusive las que les hagan sus opositores.”

Sin duda, en el mismo sentido podríamos decir, cuestionen, cuestionen todo. No den nada por sentado, cada uno debe arribar a sus propias conclusiones y en ese camino los compañeros de viaje más importantes son la voluntad de ser verídico -aunque lo que descubramos nos incomode- y la honestidad intelectual.

Cuestionar es extender esa fructífera etapa de la niñez en la que todo es y ¿por qué? Entender el porqué de las cosas es esencial, aunque no sea la única pregunta.

No deja de impresionar las conclusiones a las que podemos arribar si se parte de una falsa premisa que por no cuestionarla se asimila como válida. (por supuesto, luego puede existir también errores en la cadena de razonamiento). El planteo y la construcción de escenarios ficticios también sirve a esta idea. Para cuestionar se necesita asimismo imaginar, y eso es también parte del ejercicio mental. No cuestionar determinadas aseveraciones que se brindan como válidas e irrefutables nos han provocado terribles sucesos en la historia de la humanidad (“miente, miente que algo quedará”)

Ahora bien, pero ¿qué pasa cuando, viviendo en sociedad, determinados asuntos se quieren tachar de incuestionables? Siguiendo la analogía del comienzo, aquel ejercicio mental de preguntarse para arribar o acercarnos a una verdad, puede realizarse también en grupo o en público. Es aquí donde entra de la mano la Libertad de expresión como elemento fundamental en todo este proceso.

Debe existir ese espacio en donde de manera individual o grupal, en grupos pequeños, o con grandes públicos, las personas puedan expresarse libremente sin condicionamientos.

Es decir, no solo tenemos Libertad de pensamiento, sino que la misma se encuentra íntimamente asociada a la Libertad de expresión. Y aquí la cuestión se pone un poco más seria dado que es recurrente que determinados grupos, sectores ideológicos, lobbies, etc. desean (y exigen) que no se puedan expresar determinados asuntos por resultar ofensivos y ultrajantes.

El problema es que, si la Libertad de expresión se ve trastocada, aunque sea ínfimamente, el proceso de avance de la civilización se obstaculiza y cuando no, se detiene.

Es saludable para el avance de la humanidad que ninguna voz sea silenciada por más aberrante que sea su pronunciamiento. Por más odio que se pretenda endilgar a quien lo pronuncia. Por más chocante que pueda resultar una aseveración o por más ofensivo que pueda ser un planteo o pregunta. No podemos darnos el lujo de renunciar a ningún bit de información que pueda surgir de la mente de un ser humano, por más en desacuerdo que podamos estar. (mucho menos otorgar tal potestad a cualquier institución conformada por otros seres humanos, pero eso es abrir otro debate que excede el planteo de este texto)

Ya lo decía John Stuart Mill en su ensayo -Sobre la Libertad- sobre la Libertad de opinión (y consecuentemente nuestro inalienable derecho a la libre expresión), las razones por las que no debe ser cercenada se basan en la salud y bienestar de la humanidad y son:

Cualquier opinión que fuera silenciada (censurada diríamos hoy en día #cancelculture) podría ser verdad, y negarla es arrogarse de infalibilidad.

Subsidiariamente, aún a sabiendas de que aquella voz censurada incurra en manifestaciones erróneas, podría contener una parte de la verdad. Y dice Mill, solo mediante la colisión de posturas encontradas existe posibilidad de que el resto de la verdad salga a la luz.

Pero Mill va más allá y agrega que incluso si la opinión de la mayoría (aquella con poder para aplastar al grupo minoritario) fuese toda la verdad; si es sostenida como única voz, corre el riesgo de convertirse en prejuicio y, así pasa a ser una aseveración de escasa compresión de sus bases racionales a no ser que esté permanentemente desafiada por razones en oposición. Es decir, corre el riesgo de convertirse en simple doctrina, que luego se debilita y pasa solo a profesarse formalmente.

De esta forma, finaliza Mill, esa “verdad” por ser incuestionable, es ineficaz para el crecimiento de cualquier convicción real, sincera y basada en la razón.

Siguiendo esta reflexión, podríamos entonces decir que cada idea articulada es un jaque a la aseveración tomada como verdad y, si ésta última realmente es merecedora de tal investidura, la razón la quitará de aquella posición de jaque. Eso será así hasta que eventualmente no suceda más. Pero, lo que debe ser permanente es el ejercicio de cuestionar absolutamente todo y en Libertad.

Solo si queremos llegar a la verdad debemos permitirnos de manera constante poner en duda lo aseverado. Mucho más aún si aquello profesado proviene de algún grupo o institución de poder. Y resulta vital para la humanidad que ese proceso sea llevado a cabo en espacios donde los seres humanos puedan expresarse con total Libertad.

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