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El valor subjetivo en los intercambios humanos.

El principio que estimula al ser humano a intercambiar es el mismo que rige toda su actividad económica, que no es otro que el deseo de satisfacer sus necesidades de la manera más perfecta posible.

Constituye un error pensar que en un intercambio ambas partes han de recibir una cantidad igual de valor, puesto que, para que se produzca cualquier tipo de intercambio voluntario, cada una de las partes debe valorar más lo que pretende adquirir, que lo que está dispuesto a desprenderse, por tanto, un intercambio voluntario tendrá lugar única y exclusivamente porque ambas partes tienen la esperanza de que conseguirán un beneficio con el cambio. Por ejemplo, si el sujeto A, intercambia unas zapatillas por un abrigo que pertenece al sujeto B, en este caso, el sujeto A, subjetivamente valorará más el abrigo que obtiene, que las zapatillas de las que se desprende, y viceversa en el caso del sujeto B.

Tiene que quedar claro que las valoraciones son subjetivas, que están vinculadas a la necesidad sentida por los actores, y que no permanecen fijas con el transcurso del tiempo; por ejemplo, si una persona lleva días sin comer, valorará mucho un trozo de pan por el miedo a perecer por inanición, pero si, por el contrario, tiene la suerte de estar bien alimentado, la valoración que dará a ese mismo trozo de pan, seguramente sea bastante inferior.

El intercambio directo

Las relaciones interpersonales pueden tener lugar por dos vías, o bien por medio del uso de la violencia, la amenaza de esta o la intimidación, siendo este un tipo de relación a las que Mises calificó como hegemónica; y, por otro lado, estarían aquellas que se caracterizan por la ausencia de restricciones o limitaciones que fundamentan las relaciones hegemónicas o de explotación, esto es, las relaciones de intercambio voluntario.

Para que una persona pueda intercambiar un bien, en primera instancia habrá de poseerlo, y bienes objeto de posesión serán aquellos considerados escasos o bienes económicos, dado que aquellos bienes que sean sobreabundantes o libres estarán fuera del comercio entre los hombres; hoy en día, el ejemplo típico de bien libre es el aire que respiramos, que al no ser un bien escaso, por eso no es objeto de intercambio.

El intercambio directo, o trueque, se enfrenta principalmente a las siguientes limitaciones,

  • Por un lado, la indivisibilidad de los bienes; algunos no pueden llegar a subdividirse para para acomodarse a la satisfacción de las necesidades.
  • El otro problema al que se enfrenta el intercambio directo es la dificultad de que se produzca la doble coincidencia de necesidades, esto es, que, si el sujeto A ofrece un bien y servicio, por ejemplo, es panadero, todo aquel que quiere comprar pan, deberá ofrecerle un bien o servicio que A esté dispuesto a aceptar a cambio del pan.

El intercambio indirecto

En los medios de intercambio indirecto no se produce una transacción directa de bienes o servicios que se tienen y ofrecen por otros que se desean obtener, sino que el intercambio se efectúa de manera “indirecta” por medio de otro bien, esto es, se venden productos o servicios a cambio de ese bien intermedio, que a su vez se vuelve a utilizar a posteriori para obtener ahora ya sí, aquello que se desea para satisfacer alguna de las infinitas necesidades del ser humano.

Un medio de intercambio generalizado resuelve las limitaciones que se reseñaban del intercambio directo.

Esos bienes intermedios se caracterizaron por ser los más demandados por la sociedad en un momento y lugar concretos; a lo largo de la historia se han dado distintos tipos de bienes que eran más comercializables que otros, desde cabezas de ganado, a bienes como el trigo, el cacao, la sal, las pieles, el algodón, las conchas marinas o el arroz, todos ellos, caracterizados por su mayor comerciabilidad en un momento y lugares determinados.

Cuando la industria fue adquiriendo relevancia, metales como el cobre o el hierro se utilizaron como medios de intercambio, pero al desarrollarse el comercio entre zonas cada vez más distanciadas, empezaron a utilizarse los metales preciosos como el oro y la plata, que hasta ese instante se utilizaban básicamente como instrumentos de ornamentación.

Señala Rothbard que, dentro de la comerciabilidad de los bienes, algunos gozan de más demanda que otros, son más divisibles en unidades más pequeñas sin pérdida de valor, son más duraderos durante largos períodos de tiempo, y más transportables a grandes distancias. Todas estas ventajas contribuyen a una mayor comerciabilidad de los bienes.

Los bienes que gozaban de una mayor comerciabilidad y contaban con las características reseñadas por Rothbard, fueron denominados por los germanos Geld (dinero), que a su vez derivaba de gelten, que significa valer, tener validez, ser válido.

En función de lo expuesto podemos concluir que podremos definir al dinero como, todo medio material de intercambio que sea común y generalmente aceptado como medio de pago por una sociedad o colectivo.

Artículo orignalmente publicado en la revista Avance de la Libertad, nº 12, junio 2021 bajo el título de Los intercambios y sus tipos.

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